Numerosos expertos reivindican el papel saludable de la tristeza frente a la nueva obsesión por buscar la felicidad
NUEVA YORK.- Prohibido estar triste. La busca de la felicidad se ha convertido en una enfermiza obsesión: cualquier signo de aflicción, cualquier mínimo pesar, cualquier bajón emocional se interpreta casi como la antesala de la depresión. El Prozac empieza a parecerse al soma de Un mundo feliz, y ya lo decía Flaubert: «Para ser crónicamente feliz, uno debe ser también absolutamente estúpido».
La felicidad no sólo ha ascendido a la categoría de ciencia, también a la de industria… «Y en algún lugar hay una compañía farmacéutica trabajando en un nuevo medicamento para hacerte feliz», advierte el psicólogo Ed Diener, coautor de Rethinking happiness (Reevaluando la felicidad). «Hay incluso gente dispuesta a ponerte enemas de ozono para hacerte más feliz».
No es que Ed Diener reniegue a estas alturas de la Psicología Positiva, el campo en el que ha militado durante años junto a Martin Seligman, el celebrado autor de Auténtica Felicidad. Es que de tanto usarla, la esencia del término se ha pervertido, y han surgido por doquier mercaderes de la felicidad, foros de la felicidad, y webs como www.myhappiness.com, donde sólo tienen cabida las noticias felices y las sonrisas al estilo Mona Lisa. Con la felicidad ocurre como con la riqueza, advierte Diener en la revista Newsweek. «Una vez se alcanza un nivel moderado, todos los incrementos pueden ir incluso en detrimento del éxito laboral, de los ingresos e incluso de la participación política», asegura el psicólogo. «Si estás totalmente satisfecho con tu vida y con la marcha del mundo, no sentirás la necesidad de trabajar para cambiar las cosas».
En un estudio publicado en Perspectives on Psychological Science, Diener ha demostrado que los que puntúan ocho en la escala de felicidad tienen más éxito y ganan más dinero que los que se consideran «muy felices» (nueve) o «extremadamente dichosos» (10). Moraleja: cortar de cuajo la infelicidad, como suprimir todo el estrés, puede tener efectos contraproducentes.
«Ser humano significa reaccionar naturalmente con sentimientos de tristeza a los eventos negativos que ocurren en la vida», escribe el psiquiatra neoyorquino Robert Spitzer en el prólogo de The loss of sadness (La pérdidad de la tristeza), otro libro reciente firmado al alimón por Allan Horwitz y Jerome Wakefield. Horwitz y Wakefield acusan a la psiquiatría actual de haber trasformado «la pena normal en trastorno depresivo», y para demostrarlo facilitan el cuestionario de síntomas elaborado de la Comisión Mental de Nueva York. Si usted admite que siente poco interés por las cosas, si duerme mucho o muy poco, si tiene poca energía y apetito y tiene problemas para concentrarse será automáticamente diagnosticado como depresivo, sin importar las circunstancias.
Los dos psiquiatras critican la obsesión por monitorizar y diagnosticar como depresión lo que puede ser un trastorno anímico, causado muchas veces por la muerte de un ser querido, por una separación sentimental, por un problema de salud o por la pérdida de un puesto de trabajo. Horwitz y Wakefield defienden la necesidad de trazar una línea clara entre la tristeza natural -que puede cumplir su función terapéutica- y el trastorno depresivo.
Demasiadas medicinas
Sin negar el efecto devastador de la depresión en las sociedades modernas (la OMS estima que en el 2020 será la segunda causa mundial de bajas laborales), los autores de The loss of sadness proponen un acercamiento más ecuánime a «esa tendencia a la moderna medicalización de los problemas humanos».
«La tristeza es una parte inherente de la condición humana, no un trastorno mental», escriben Horwitz y Wakefield. «Hacer frente a la definición inválida de la depresión en la psiquiatría es también considerar una dolorosa pero importante parte de nuestra humanidad».
Desde una perspectiva menos científica pero más humanista, el profesor de Eric Wilson lanza estos días su personalísimo manifiesto sobre el tema: Against Happiness (Contra la felicidad). Arremete Wilson contra esa «alegría a toda costa», ensalzada por la declaración de independencia y llevada hasta los límites de la hipocresía por la mayoría de sus compatriotas. El 85% de los norteamericanos se consideran felices o muy felices, pero Wilson estima que muchos de ellos confunden la felicidad con la complacencia o con la sonrisa inocua».
Wilson se desmarca con un Elogio de la melancolía (el subtítulo de su opúsculo) y reclama el poder innovador y creativo de ese estado de insatisfacción vital que conocieron Beethoven, Bruce Springsteen o Woody Allen. Ya lo dijo Charles Schulz, el padre putativo de Snoopy: «La felicidad no es divertida».
Lo siento Pepillo pero la foto no la he encontrado.
4 comentarios:
Primero: Hay que plantearse ¿Que es la felicidad? Pregunta que abarca tantas respuestas como seres humanos hay en la tierra, aunque como bien se dice en el articulo últimamente intenten imponernos un pensamiento único sobre lo que es la dicha. Buscar la respuesta a esa pregunta se debe hacer sin tener en cuenta nada del mundo exterior, hay que mirar solo en nuestros pensamientos.
Segundo: Las vivencias que nos suceden, es inevitable que no sean positivas la mayoría. Algunas nos hacen llorar días, otras meses y otras toda la vida. Pero si algo me ha demostrado la experiencia es que estar triste no solo es inevitable sino que te enriquece mucho más que creerte feliz. Aumenta tu nivel de exigencia hacia ti mismo, hacia lo que quieres lograr. Contra más grande es la tristeza más alto se vuelve el listón de tu superación.
Quizá el perfecto candidato para una depresión es quien no sabe ver de esta u otra forma parecida los reveses que nos sobrevienen.
Me ha gustado el articulo ;)
Pero si has escrito tanto casi como el tío del texto!! Normal que te haya gustao :P
Un besico
Hola,
me ha gustado. No conocía este artículo pero lleva toda la razón. Por lo menos en cuanto a que intentan imponernos lo que es "un estado de felicidad" y es que este sentimiento humano, como todo en la sociedad que nos abarca, debe responder a "valores de mercado". Deben convertirlo en un "objeto" suceptible de ser vendido y comprado.
Eso de que la melancolía sea saludable no sé. Ni calvo ni con tres pelucas. Todo tiene su equilibrio, no creo que "estar todo el día felices" sea sano, hay ciertos niveles de felicidad que no nos dejan pensar con claridad al igual que ocurre con la melancolía.
La frase de del creador de Snoopy me ha gustado y no puedo menos que asentir mirando un poco todo lo que nos rodea: Hay más poemas, canciones, libros, películas, etc. Que se enfocan desde el punto de vista de la melancolía por el desamor o el amor inalcanzable que del amor y la felicidad. ¿O no?
No obstante últimamente, yo tiendo demasiado a la melancolía y me asfixia un poco. No me importaría alcanzar, aunque fuse durante un tiempo, un estado "cármico" de felicidad, porque tampoco estoy diciendo que sea infeliz.
Besitos Marguita.
Bye
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