27 febrero 2008

Elogio de la melanolía

Dejo aquí un texto que me envió Gandalf "El Grande", he tardado un par de días en ponerlo porque me lo dejó en una foto del artículo original y me ha costado tela encontrarlo por ahí puesto. Espero que os guste.


Elogio de la melancolía

Numerosos expertos reivindican el papel saludable de la tristeza frente a la nueva obsesión por buscar la felicidad


NUEVA YORK.- Prohibido estar triste. La busca de la felicidad se ha convertido en una enfermiza obsesión: cualquier signo de aflicción, cualquier mínimo pesar, cualquier bajón emocional se interpreta casi como la antesala de la depresión. El Prozac empieza a parecerse al soma de Un mundo feliz, y ya lo decía Flaubert: «Para ser crónicamente feliz, uno debe ser también absolutamente estúpido».

La felicidad no sólo ha ascendido a la categoría de ciencia, también a la de industria… «Y en algún lugar hay una compañía farmacéutica trabajando en un nuevo medicamento para hacerte feliz», advierte el psicólogo Ed Diener, coautor de Rethinking happiness (Reevaluando la felicidad). «Hay incluso gente dispuesta a ponerte enemas de ozono para hacerte más feliz».

No es que Ed Diener reniegue a estas alturas de la Psicología Positiva, el campo en el que ha militado durante años junto a Martin Seligman, el celebrado autor de Auténtica Felicidad. Es que de tanto usarla, la esencia del término se ha pervertido, y han surgido por doquier mercaderes de la felicidad, foros de la felicidad, y webs como www.myhappiness.com, donde sólo tienen cabida las noticias felices y las sonrisas al estilo Mona Lisa. Con la felicidad ocurre como con la riqueza, advierte Diener en la revista Newsweek. «Una vez se alcanza un nivel moderado, todos los incrementos pueden ir incluso en detrimento del éxito laboral, de los ingresos e incluso de la participación política», asegura el psicólogo. «Si estás totalmente satisfecho con tu vida y con la marcha del mundo, no sentirás la necesidad de trabajar para cambiar las cosas».

En un estudio publicado en Perspectives on Psychological Science, Diener ha demostrado que los que puntúan ocho en la escala de felicidad tienen más éxito y ganan más dinero que los que se consideran «muy felices» (nueve) o «extremadamente dichosos» (10). Moraleja: cortar de cuajo la infelicidad, como suprimir todo el estrés, puede tener efectos contraproducentes.

«Ser humano significa reaccionar naturalmente con sentimientos de tristeza a los eventos negativos que ocurren en la vida», escribe el psiquiatra neoyorquino Robert Spitzer en el prólogo de The loss of sadness (La pérdidad de la tristeza), otro libro reciente firmado al alimón por Allan Horwitz y Jerome Wakefield. Horwitz y Wakefield acusan a la psiquiatría actual de haber trasformado «la pena normal en trastorno depresivo», y para demostrarlo facilitan el cuestionario de síntomas elaborado de la Comisión Mental de Nueva York. Si usted admite que siente poco interés por las cosas, si duerme mucho o muy poco, si tiene poca energía y apetito y tiene problemas para concentrarse será automáticamente diagnosticado como depresivo, sin importar las circunstancias.

Los dos psiquiatras critican la obsesión por monitorizar y diagnosticar como depresión lo que puede ser un trastorno anímico, causado muchas veces por la muerte de un ser querido, por una separación sentimental, por un problema de salud o por la pérdida de un puesto de trabajo. Horwitz y Wakefield defienden la necesidad de trazar una línea clara entre la tristeza natural -que puede cumplir su función terapéutica- y el trastorno depresivo.


Demasiadas medicinas

Sin negar el efecto devastador de la depresión en las sociedades modernas (la OMS estima que en el 2020 será la segunda causa mundial de bajas laborales), los autores de The loss of sadness proponen un acercamiento más ecuánime a «esa tendencia a la moderna medicalización de los problemas humanos».

«La tristeza es una parte inherente de la condición humana, no un trastorno mental», escriben Horwitz y Wakefield. «Hacer frente a la definición inválida de la depresión en la psiquiatría es también considerar una dolorosa pero importante parte de nuestra humanidad».

Desde una perspectiva menos científica pero más humanista, el profesor de Eric Wilson lanza estos días su personalísimo manifiesto sobre el tema: Against Happiness (Contra la felicidad). Arremete Wilson contra esa «alegría a toda costa», ensalzada por la declaración de independencia y llevada hasta los límites de la hipocresía por la mayoría de sus compatriotas. El 85% de los norteamericanos se consideran felices o muy felices, pero Wilson estima que muchos de ellos confunden la felicidad con la complacencia o con la sonrisa inocua».

Wilson se desmarca con un Elogio de la melancolía (el subtítulo de su opúsculo) y reclama el poder innovador y creativo de ese estado de insatisfacción vital que conocieron Beethoven, Bruce Springsteen o Woody Allen. Ya lo dijo Charles Schulz, el padre putativo de Snoopy: «La felicidad no es divertida».

CARLOS FRESNEDA. Corresponsal de El Mundo, España


Lo siento Pepillo pero la foto no la he encontrado.



25 febrero 2008

Yo lo flipo

Puede que sea culpa de la falta de azúcar o un efecto de mi imaginación, pues tras un día con tantas clases como el de hoy, perfectamente podría encontrar hasta dragones...

El caso es que volvía a casa tras mi primer día fuerte del CAP cansada y con la tripa vacía desde hacía muuuchas horas y ya llegando a mi calle veo una sombra correr hacia mi. La sombra era de algo pequeño y gordito, un perrillo pensé pero al acercarse vi que sus andares no se parecían en nada a los de un perro. Como es una calle muy chula y casi no tiene farolas, pues no podía verlo con facilidad. Al acercarme un poco más me di cuenta que la silueta era más bien la de una ardilla, pero era más grande. Un paso más y mi desconocido amigo sale corriendo hacia un jardín. Cuando llego a la altura del jardín me paro y observo, el bicho salta de un escalón a otro... arriba... abajo... derecha... izquierda y vuelve a saltar. Allí me quedo yo pensando en que es muy grande para ser una ardilla, muy pequeño pa ser un perro o un gato, que la cola es muy gorda pa ser una rata. Eso sí, pese a estar oscuro, ese bicho era negro, no era sólo su sombra.

Retomé el camino a casa pensando en qué podría ser esa sombra negra, mis opciones, un mapache o un visón. Por el tamaño y la forma, aseguraría que era un visón, sin embargo, algo me dice que no son animales de esta zona y sería más que improbable encontrarlos por aquí...

Yo lo cuento y cada uno que saque su propia conclusión.

19 febrero 2008

Si no tuviera conciencia

Si no tuviera conciencia le diría a mi profesor de proyecto que tenía ilusión en el proyecto asignado que me alegraba poder hacer por primera vez algo en esta carrera que me ayudase a sentirme mejor, sentir que esta carrera no es tan... tan... asocial.


Si no tuviera conciencia, abría llegado a casa directa al baño, llenaría el baño hasta arriba mientras encendería unas velas, para evitar la luz fría del tubo fluorescente.


Dejaría caer mi ropa al suelo cuando la bañera estuviese llena de agua calentita y me deslizaría dentro. Me quedaría en el baño, mientras el agua estuviese calentita sin pensar, sin acordarme del resto del mundo y por algun instarnte sin pensar en todo lo que tengo que hacer.



Ojalá no tuviese conciencia, pero sobretodo, ojalá no hubiese sequía al menos así podría hacer una de las dos cosas que deseo sin tener en la oreja a mi "pepito grillo"

14 febrero 2008

A contra reloj

A dos optativas, un CAP y un proyecto de terminar la carrera, la vida comienza a complicarse.

Para quien no lo entienda... he aprobado Arquitectura de los Computadores, no se si gracias a Julio (el profe) o a mí, porque muy contenta no salí, pero... qué más dará eso ahora...